Últimamente se habla mucho de la necesidad de andar descalzo, “poner el cuerpo a tierra” , hacer “earthing” o “grounding”, pero aunque lo parezca no hablamos en ningún caso de un nuevo término o descubrimiento, sino de una realidad biológica tan antigua como nosotros mismos.


El cuerpo es una máquina bioeléctrica, por ello se nos hace un electrocardiograma si se requiere una representación visual de  la actividad eléctrica del corazón o se utiliza un desfibrilador si se quiere restablecer el ritmo cardiaco normal mediante la aplicación de una descarga eléctrica.

Las señales eléctricas mantienen las redes de comunicación fuera de nuestros cuerpos, y también las señales eléctricas o bioelectricidad es la manera en la que nuestras células se comunican entre sí, y por ende la manera en que se comunican entre sí las distintas partes de nuestro cuerpo, formando una única unidad o red eléctrica.


La bioelectricidad son las señales producidas por el movimiento de iones a través de las membranas celulares, creando una diferencia de potencial eléctrico. Esto es posible gracias a la distribución de los iones sodio y potasio.

El Sodio y el Potasio son dos minerales esenciales para el funcionamiento de las células, ya que ambos intervienen en mecanismos celulares fundamentales, como la transmisión de impulsos nerviosos, contracción muscular, o los intercambios moleculares en las células.

Son cationes, ya que su carga es positiva cuando se encuentran en solución, siendo el sodio el más abundante en el líquido extracelular y el potasio el principal dentro de las células (o intracelularmente).

Genéticamente tenemos infinidad de diferencias entre nosotros, mientras que bajo el concepto de bioelectricidad, todos respondemos a la misma ley.

¿Y… qué tiene que ver todo esto con el “grounding”?

Pues muy simple: la Tierra es como una gran batería con una carga eléctrica natural. Al estar en contacto directo con ella, es decir, sin intermediarios que nos aíslen (intermediarios como material aislante y por definición no conductivo, como unas suelas de goma) absorbemos electrones que tienen el potencial de, entre otras cosas, equilibrar los radicales libres en el cuerpo.

Los radicales libres son moléculas altamente inestables y reactivas, puesto que poseen electrones despareados. Por lo general, las moléculas estables cuentan con electrones emparejados, no siendo así en este caso.

Los radicales libres, entre otras cosas, alteran y afectan las membranas celulares, justo donde hemos dicho anteriormente que se da nuestra “comunicación bioeléctrica”, es decir: alteran la comunicación celular.

Con la excepción de los seres humanos que vivimos en sociedades industrializadas (o no), todos los seres vivos del planeta Tierra están conectados a Tierra mediante el contacto directo sin intermediarios con el suelo.

En el momento en el que hacemos una toma a tierra con nuestro cuerpo, se aprovecha la conductividad eléctrica de la Tierra y su estabilidad para restablecer el equilibrio natural del cuerpo, se propicia el retorno al equilibrio eléctrico natural del cuerpo, de manera que el funcionamiento normal de los sistemas biológicos tienden a reestablecerse, y se sincronizan los ritmos circadianos. ¿Y qué significa esto?

Pues de forma reduccionista, lo que estamos es “reestableciendo la línea” de comunicación de nuestras células, permitiendo así que puedan realizar su trabajo eficazmente.

Hay innumerables publicaciones médicas acerca de las bondades de “conectarse a tierra”, a continuación describimos algunos de sus principales beneficios de incalculable valor… ¡y gratuitos!:

  1. Hay múltiples investigaciones clínicas que describen el “earthing” como el “antiinflamatorio universal”; esto sucede a raíz de los cambios fisiológicos que suceden durante la toma a tierra, que no son más (ni menos) que el reequilibrar la deficiencia de electrones del cuerpo, condición habitual en nuestro tiempo por estar permanentemente “aislados”, y antesala de la inflamación crónica, razón a su vez de la génesis de prácticamente cualquier patología.

Esta práctica ha inducido en mejoras a pacientes de diferente tipología, desde condiciones cardiovasculares, enfermedades autoinmunes, obesidad y diabetes, deterioro cognitivo, hígado graso, osteoporosis, fibromialgias, artritis o cáncer.

  1. Nivela la hormona “cortisol”, lo que resulta en la reducción de un estado ansioso o de nervios normalizado, y un aumento de la tranquilidad general.
  1. Éstos electrones que son absorbidos, actúan como analgésicos naturales, aliviando el dolor y mejorando la calidad de vida de personas que sufren de dolores cronificados

4. Mejora la hiperviscosidad de la sangre, por ende la circulación, previniendo o mejorando problemas de hipertensión o cardiovasculares

    La mejora de la circulación sanguínea además, aumenta el reparto de oxígeno y nutrientes celulares, lo cual ayuda a que la eliminación de desechos metabólicos sea más eficiente.

    Practicarlo es tan fácil como descalzarse en la arena del mar, el césped, el barro, hacer jardinería sin guantes, tumbarse en la playa…además de 30 a 60 minutos serán suficientes para que sus beneficios se hagan notables.

    ¿A qué esperas?

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